lunes, 30 de enero de 2017

Sobre Estudiantes

He decidido expresar mis frustraciones como profesor de ESL. No es que sean muchas. Apenas llevo dos años y medio en esta profesión. He de decir que es que algo que no me gusta hacer. A pesar de eso y a como mis padres me enseñaron, te guste o no, el trabajo con responsabilidad y siempre dando lo mejor. En resumen, soy lo que llamarían un profesor responsable y dinámico. En mis escasos años de experiencia, he tenido la oportunidad de trabajar con muchos tipos de alumnos. En otros lados se clasifica a los alumnos desde un ambiente académico que no incluye los tipos de estudiantes que se observan en una clase de English as a Second Language.
La diferencia no es mucha. Varían de acuerdo a lo mucho que les guste o no el idioma. Por ejemplo, hay estudiantes que nos le gusta la escuela y no dan ni con la o por lo redondo; pero les fascina aprender inglés y se empeñan por aprender. Estos estudiantes siguen los consejos que les son dados además de que practican por su cuenta. También están los estudiantes que son muy buenos en la escuela, los chicos de diez, y que nos les gusta el inglés, pero son forzados por sus papás o por las demandas académicas de la institución en la que estudian. Por lo regular ellos hacen un esfuerzo vago, pero entiende lo básico y se pueden defender. Puedo decir que con ambos ejemplos se trabaja bien, pues se llegan a enamorar del idioma y se motivan a enriquecer su vocabulario. Sin embargo, hay una variedad de pupilos que son un dolor de cabeza. Aquí pondré a los que me inspiraron a este blog.
Los primeros en mi lista son los estudiantes perezosos. Aquellos a los que les pesa hasta la vida misma. Y es que ni el sol más brillante les da energía. Estas pequeñas criaturas faltas de gana, no les gusta estar en la clase y tienen mil y un maneras de justificar su flojera. He tratado de resolver el misterio del porqué llegan si no les gusta ni el idioma, ni dar el mínimo esfuerzo. Sin intención alguna, un estudiante fue bien claro al decir que solo asiste a las clases porque no tiene otra cosa que hacer. Y el problema no es la flojera, es la actitud parasito que contagia a los demás en la clase y todo se torna tedioso y aburrido.  Lo más traumatizante es que incluso teniendo las herramientas en sus manos se niegan a producir, preguntar, escribir o resolver ejercicios súper sencillos y se justifican con un “no entiendo/no entendí”.
Los segundos son los “Yo lo sé todo”. Este tipo de estudiante merecen el premio a la mera actitud de solo hablar por hablar. Son algo soberbios y engreídos. La actitud pesada que tienen hace difícil trabajar con ellos. Se molestan al ser corregidos y se aferran a demostrar que el profesor está equivocado incluso cuando la información la tienen frente a ellos. Además de que interrumpen cada cinco segundos, bloquean la oportunidad a sus compañeros de participar. Lo peor del caso es que existen en todas las edades.  No hay mucho que decir de ellos, pues sé que todos conocemos a alguien así.
Los adolescentes vienen en tercer lugar. La adolescencia es una etapa difícil en la vida y encima de todo ¿llevar clases de inglés? Estos pequeños seres atrapados por el mundo tecnológico son la vil representación del concepto de muertos vivientes. Lo bueno es que sus mentes son curiosas y se les puede motivar a poner ojos en la clase. Pero cada día es una lucha por encontrar algo novedoso que les llame la atención. No solo captar su atención es lo difícil: ¡Ya no toman apuntes! Tan solo con tocar el icono de cámara en sus teléfonos tiene sus apuntes hechos. Bonito fuese que después las leyeran, pero no, cinco minutos más tarde han de preguntar algo que tienen en la foto que acaban de tomar. Son tan adictos a las redes sociales que se la pasan preparados para tomar el momento en el que se te ocurra hacer una payasada, mueca, o la explicación de una palabra que requiere un movimiento corporal no tan agraciado. Y así, sin mayor esfuerzo, te has ganado fama entre sus seguidores. Es todo un caso trabajar con ellos.
He terminar esta lista con los que más me desesperan. He decido llamarlos: “Máquinas de Sonido”. No son tan malos. Pero, es tan difícil dar una clase con esa amplia variedad de sonidos corporales y no tan corporales que pueden emitir. Y es que el no levantar la silla produce un sonido estridente justo cuando acabas de decir algo importante. Y haz de repetirlo, porque nadie escucho. La gama de sonidos es tan amplia que sería imposible describirlos uno a uno. Sin embargo, el que más irrita es aquel sonido que viene de la boca al masticar chicle. Asumo que en sus casas no les enseñaron a masticar, pues se esmeran en hacer sonar la boca con dicha golosina. Pueden tardar hasta tres horas masticando, y lo peor es que se distraen tanto que se les olvida donde están y “truenan” el chicle. Y todavía te miran a los ojos como esperando un reconocimiento por tan “asombrosa” habilidad.
Es un tanto asesino el sentimiento que queda después de haber estructurado una clase y te encuentres con este tipo de alumnos y algunos otros que he decidido no mencionar. Haces tu plan de clase, el cual te llevo horas y horas, para que cuando llegue el momento te encuentres con las peores caras del mundo. Te encuentras con seres que se quejan por estar en una clase. A veces solo me dan ganas de decirles “a mí tampoco me gusta estar aquí, pero no me ves haciendo caras o quejándome”. Y no hay nada que puedas hacer para cambiarles la actitud, pues creen que aprender un idioma es como aprender cualquier otra materia de primaria o secundaria. Sin embargo, y repito, con responsabilidad, creatividad y dinamismo, seguiré dando clases hasta el día en que encuentre algo mejor. 

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